Turisteando por Campeche, la ciudad mexicana que más me gusta, el placer se incrementó al tener noticia de que el doctor en ciencia política José Alberto Abud Flores se aprestaba a tomar posesión de nueva cuenta del cargo de rector de la Universidad Autónoma de Campeche, del cual fue corrido en 1999 de muy mala manera –como había sucedido al eminente doctor Ignacio Chávez en la UNAM tres décadas atrás.
Quien orquestó la sucia maniobra para dar gusto a su gobernador, a la sazón José Antonio González Kuri, fue ni más ni menos que Alejandro Moreno, actual presidente nacional de ese PRI que traicionó arteramente sus principios y su nacionalidad.
Aquel desgarriate de 1999 no determinó, pero sí coadyuvó a la estruendosa derrota de ese remedo de PRI que quedaba entonces a manos del lamentable Vicente Fox, lo cual abrió las puertas de par en par a la derechización mexicana, aunque cabe reconocer que ya se habían empezado a entreabrir con Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo.
El doctor Abud había sido simpatizante de la candidatura de Layda Sansores, a quien derrotó a la mala González Kuri, y pagó cara su preferencia, ya que incluso tuvo que abandonar el estado. Ella es ahora gobernadora con inobjetable legitimidad y puso las cosas en su lugar. De seguro que Abud Flores hará un buen trabajo.
El otro placer proviene del noroeste de México. Al comenzar el milenio, Víctor Espinoza, investigador del Colegio de la Frontera Norte (Colef), aspiró a la presidencia de dicha institución, de la que se retiraba el doctor Santibáñez, quien a su vez había sucedido al longevo Jorge Bustamante, prácticamente creador de esa casa de estudios, aunque pensando poco en la vida cotidiana de su sede. El doctor Espinoza, arraigado en Tijuana a más no poder, pues nació cerca de ahí, en una ciudad con aire de cerveza –Tecate–, deseaba y pujaba para que el Colef fuese más mexicanista y no volteara a ver solamente lo que sucedía y se hacía en “el otro lado” o en el centro del país.
Por desgracia, la intromisión capitalina puso en la presidencia a alguien con más aspiraciones políticas que académicas y, claro, dispuesto a bailar al compás que se le marcara desde el centro. No le fue mal al hombre, pues siguió su camino por allá, mas a partir de él el Colef empezó a decaer de manera lamentable.
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